Los primeros pasos en la pintura de José de Ribera (Játiva, 1591-Nápoles, 1652) eran hasta no hace más de una década un territorio ignoto. Las circunstancias de su esforzado aprendizaje, ya en Italia, eran alimento de la especulación. Pocos especialistas echaban la vista a ese momento de su vida. Y así fue confeccionánose un jaleo de profecías, desconfianzas, certezas (escasas) y atenciones que tuvieron su punto de arranque (principalmente) con la gran exposición que el
Museo del Prado dedicó al artista valenciano en 1992.
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