Me llama mucho la atención que aún hoy se siga hablando del deseo femeninocomo un tenue anhelo, algo pasivo, ligado fundamentalmente al sentimentalismo y siempre a la espera del fervor masculino para despertarse.
Hay hombres que todavía piensan que a seducir se aprende en un manual de técnicas exclusivamente masculinas, que ellos son los que tienen que conseguiractivar una respuesta afirmativa de la renuente dama porque, al parecer, creen que las chicas no tienen ganas de sexo, salvo que los varones se lo trabajen mucho.
Y que ellos lo crean, vaya y pase, pero ¿hasta cuándo vamos a disimular las mujeres que sí nos gusta desatar la pasión, que sí jugamos y que lo hacemos activamente desde el inicio de los tiempos? ¿Quién puede sostener, a esta altura del mundo, que las mujeres somos naturalmente pasivas, que el instinto es de los otros? ¿Resulta creíble fingir que todos nuestros impulsos eróticos (y hablo de todas las veces en que nuestros genitales se irrigan en sangre encendida) son más elevados que los meramente testosterónicos?
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