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segunda-feira, 13 de fevereiro de 2017
Contra el progresismo neoliberal un nuevo progresismo populista
La lectura que hizo Johanna Brenner de mi artículo “Trump o el final del neoliberalismo progresista” no toca la centralidad del problema que he planteado: la hegemonía. Mi punto de vista primordial es que el actual predominio del capital financiero no se logró sólo por la fuerza, sino también por lo que Gramsci llama “consentimiento.”
Las fuerzas que se benefician con la financiarización, la globalización corporativa, y la desindustrialización tuvieron éxito cuando el Partido Demócrata exhibió como progresistas políticas que eran manifiestamente antiobreras.
Los neoliberales ganaron poder recubriendo su proyecto con un nuevo espíritu cosmopolita, centrado en la diversidad, la autonomía de la mujer, y en los derechos de los colectivos LGBTQ. Asumiendo esos ideales forjaron un nuevo bloque hegemónico, que llamé el progresismo neoliberal.
En la identificación y el análisis de este bloque nunca perdí la vista el poder dominante del capital financiero -como insinúa J. Brenner- pero de lo que se trata es de ofrecer una explicación de su preponderancia política.
Poner la lente sobre la hegemonía proyecta luces sobre el progresismo y sobre los movimientos sociales que han plantado cara al neoliberalismo. En lugar de analizar quién conspiró o quién fue cooptado me he centrado en el cambio que se ha producido en el pensamiento progresista; un proceso ideológico que ha cambiado el concepto de igualdad por la noción la “meritocracia”.
En las décadas recientes el pensamiento neoliberal influyó no sólo a las feministas liberales y en los defensores de la diversidad (que abrazaron a sabiendas el ethos individualista) sino también a muchos dentro de los movimientos sociales. Incluso en aquellos movimientos que J. Brenner denomina partidarios del bienestar social, porque cuando estos se identificaron con el progresismo neoliberal hicieron la vista gorda a sus contradicciones.
Afirmar que ellos no tienen la culpa -como sostiene J. Brenner- no permite a entender cómo funcionan los procesos hegemónicos y, tampoco ayuda a encontrar la mejor manera de construir la contrahegemonía.
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