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quinta-feira, 9 de fevereiro de 2017

No hay política sin lucha identitaria

¿Sabían que éramos mortales? Es lo que acabo de descubrir —no sin pavor— leyendo una tribuna del filósofo Achille Mbembe, recientemente influyente sobre todo entre todas las corrientes que se identifican con la izquierda, incluso más allá de Francia. Publicado hace unos días en la sección «Idées» (Ideas) del diario francés Le Monde y titulado «L’identité n’est pas essentielle, nous sommes tous des passants» (La identidad no es esencial, todos estamos de paso), este artículo apunta numerosas cuestiones fundamentales. La primera, evidentemente, es ésta: el Hombre, y en particular la especie denominada filosófica, ¿tiene una propensión innata para hablar y no decir nada? Es una locura que personas que tienen la cabeza bien amueblada disfruten diciendo cosas carentes de sentido. Por más que me he exprimido la cabeza leyendo y releyendo el artículo, del derecho y del revés, intentando adivinar su secreto como si se tratara de un jeroglífico o de un acertijo —comenzando por el final hasta regresar al principio—, no llego a comprender por qué el autor ha sentido la necesidad de escribirlo. Lo imagino despertándose en mitad de la noche, con la frente empapada en sudor, y gritando «¡Tengo que decirlo! ¡Somos mortales! ¡Solo estamos de paso!».

Por supuesto, podemos sonreír y burlarnos de la vanidad de numerosos intelectuales que enuncian con aire profundo sentencias y moralejas que, formuladas en otro registro, apenas se distinguirían de una conversación de café. Sin embargo, algunos de esos pensadores gozan de gran reconocimiento. Sus discursos más banales, triviales, obvios o sus conjeturas más dudosas y criticables no son inofensivos. Contribuyen a formar la opinión pública. Añadiría —para que no me pregunten por qué juzgo útil traer a colación esta tribuna publicada en Le Monde— que las ideas formuladas en Francia, en los países del norte en general, e incluso por autores que, como Achille Mbembe, son reconocidos en el sur global, tienen incidencia en nuestra propia opinión pública. En particular, es el caso de aquellas ideas que están en consonancia con algunas cuestiones que estructuran nuestros conflictos políticos internos.

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