El abultado acervo de documentos dado a conocer el martes por la
organización mediática internacional Wikileaks, donde se detallan gran
número de herramientas de hackeo utilizadas por la Agencia Central de
Inteligencia de Estados Unidos (CIA) para vigilar ilegalmente a
políticos, organismos y ciudadanos de ese y otros países, actualiza el
tema de una de las más oscuras instituciones estadunidenses, sus
alcances y sus siempre turbias actividades. Prácticamente desde su
creación, en 1947, con la Ley de Seguridad Nacional promulgada ese año
por el entonces presidente Harry Truman, la agencia sobrepasó con mucho
sus atribuciones constitucionales para convertirse en un auténtico
Estado dentro del Estado y en una herramienta que, en distintos puntos
del planeta, desestabilizó gobiernos libremente elegidos, distorsionó
procesos electorales, financió campañas políticas en función de la
conveniencia estadunidense, hizo gala del más grosero injerencismo y no
se tentó el corazón para planificar y ejecutar el asesinato de personas a
las que, desde su peculiar concepción, consideraba amenazantes para lo
que Washington llamaba "el mundo libre".
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