Arturo Jauretche
analizó y dilucidó con claridad la matriz de poder que está detrás de
los constructores de cultura e información en los países dependientes.
En el año 1941 sostuvo que “Grupos capitalistas tienen en sus manos la universidad, la escuela, el libro, el periodismo y la radiotelefonía”. En
la óptica de autor, el sector política y socialmente predominante
manejaba las principales instituciones de producción y de difusión del
conocimiento y este control le permitía mantener su dominio al punto de
que “no necesitan recurrir a la violencia para reprimir los estados de conciencia que le son inconvenientes”.
Los principales medios de comunicación eran organizaciones comerciales y los “grupos capitalistas”
y otros factores de poder podían influenciar o directamente dirigir las
líneas editoriales y las agendas públicas. Jauretche en el año 1968 lo
definió con claridad y aseveró que “El cuarto poder está constituido
en la actualidad por las grandes empresas periodísticas que son, primero
empresas, y después prensa. Se trata de un negocio como cualquier otro
que para sostenerse debe ganar dinero vendiendo diarios y recibiendo
avisos (…) Así, el diario es un medio y no un fin, y la llamada
“libertad de prensa”, una manifestación de la libertad de empresa a que a
ella se subordina, porque la prensa es libre sólo en la medida que
sirva a la empresa y no contraríe sus intereses”.
En
nuestro continente los resortes fundamentales de la economía estaban en
manos de grupos extranjeros aliados a las oligarquías locales. Ingleses y
norteamericanos en paralelo a que disponían del control de los
servicios públicos, de los bancos y del comercio exterior, ejercían una
influencia fundamental sobre los diarios, televisores, radios y cadenas
de noticias.
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