Las
sociedades están integradas por seres humanos diversos, nacidos en
ambientes diferentes de padres únicos y en condiciones particulares,
desde las cuales se van modelando carácter y personalidad. La niñez es,
en realidad, una etapa de la mayor vulnerabilidad durante la cual las
personas son entrenadas para pensar, comportarse y creer de una manera
definida por los adultos de su entorno. En ese proceso inciden madres,
padres, familares cercanos, vecinos, maestros y líderes espirituales.
Nadie escapa a este “modelaje” iniciático en el cual se imprimirán,
como hoja en blanco, una serie de códigos, ideas, conceptos y actitudes
como espejo de otros códigos, ideas, conceptos y actitudes heredados de
generaciones pasadas y así hasta el infinito. Sin embargo, cuando se
inicia la etapa escolar comienza un proceso de re evaluación de todo lo
aprendido. Una gran oportunidad para corregir y perfeccionar el
conocimiento acumulado. Es como cuando a una escultura se le quita la
materia sobrante y se le agrega la que hace falta. Es un período de
grandes experiencias, cuando las mentes ávidas de información absorben
todo lo que se pone a su alcance y también cuando la calidad del
educador y del entorno son vitales para fijar el interés del alumnado y
optimizar los resultados del ejercicio pedagógico.
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