Desde tiempos inmemoriales, las personas que se sienten oprimidas y/o
ignoradas por los poderosos han resistido a las autoridades. Tal
resistencia puede cambiar las cosas, aunque esto ocurra sólo a veces. La
opinión que merecen las causas de los resistentes depende de los
valores y principios de cada uno.
En Estados Unidos, durante el último
medio siglo, surgió una resistencia de ciertos sectores sociales contra
las “élites” porqué consideraban qué Washington estimulaba prácticas
ofensivas; a grupos religiosos, a poblaciones rurales olvidadas y a
personas cuyos niveles de vida han disminuido de manera importante. En
un primer momento, la resistencia tomó el camino de la participación
social. Luego adquirió una forma más política, con el nombre de Tea
Party.
El Tea Party tuvo algunos éxitos electorales, pero se
disolvió sin una estrategia clara. Donald Trump vio una oportunidad y se
ofreció como un líder unificador de esta derecha “populista” y logró
catapultar a este movimiento hasta el poder político.
Trump comprendió que no había conflicto entre liderar un movimiento contra el establishment
y ganar el poder del Estado a través del Partido Republicano. Por el
contrario, la única forma que podía lograr sus nocivos objetivos era
armonizar estos ambos fracciones.
El hecho es que tuvo éxito en la
mayor potencia militar del mundo y ha conseguido estimular a grupos
afines en todo el mundo, que siguen caminos similares ganando cada vez
mayor cantidad de adeptos.
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