El líder chino Xi Jinping afronta ahora el ecuador de su mandato si,
como es habitual y se espera, renueva jefatura hasta 2022. Así pues,
este será un año de inevitable balance. En otoño, en el XIX Congreso del
Partido Comunista de China (PCCh), debe consolidar lo alcanzado pero
antes, en las “dos sesiones” que las cámaras parlamentarias chinas
celebrarán a partir de la próxima semana, se calibrarán sus
expectativas.
Los transcurridos han sido casi cinco años de
innumerables directrices en los más vastos y variados campos plasmadas
en el lanzamiento público de la actual oleada de reformas concebida como
un proyecto global y complementario administrado por un equipo ad hoc
presidido por el propio Xi. Los “60 puntos” (2013) abarcan seis
sectores diferentes: economía, sistema político, medio ambiente,
cultura, asuntos sociales y gobernanza. El balance inicial de su
implementación es flojo. Pese a ello, el discurso oficial sigue siendo
predominantemente optimista, señalando que casi todo va viento en popa.
Este contraste entre el discurso y la realidad se adoba no ya con el
silenciamiento de toda crítica, sea o no constructiva, externa o
interna, sino multiplicándose las certezas adulatorias de todo signo.
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