En las pocas horas que llevo en este país he podido comprobar los
alcances de la “dictadura” de Rafael Correa, esa que denuncian
incansablemente la plutocracia bancaria y sus voceros, los despistados
líderes de algunos movimientos sociales y una izquierda extraviada que
piensa que votando a un banquero ultraneoliberal que refugia sus
ganancias en paraísos fiscales podrá dar el anhelado salto hacia la
construcción de l socialismo en el Ecuador.
En efecto, en esta
peculiar “dictadura”, como gustaba decir a Eduardo Galeano a propósito
de las acusaciones en contra de Chávez, el bombardeo de los medios
hegemónicos a través de la televisión, la radio y los periódicos en
contra del presidente Correa es implacable e incesante. La población
está sometida a un ininterrumpido ataque, en donde la manipulación
informativa se ejerce sin restricciones. No hay límite ni escrúpulo
alguno en las difamaciones e insultos al primer mandatario y, por
extensión, a Lenin Moreno y Jorge Glas. La relación de fuerzas en el
terreno mediático es de 9 a 1 a favor de la derecha, destilando sin
pausa un veneno que pretende pasar por noticia o ejercicio periodístico.
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