Los narcopisos que hacen la vida imposible a las vecinas del Raval de
Barcelona y los alquileres protegidos con los que Ana Botella mercadeó
en Madrid tienen algo en común: Su propietario es Blackstone, el casero
buitre global. En ’la Finca España’, Blackstone ya se ha convertido en
la mayor inmobiliaria privada, sólo por detrás de la SAREB, el banco
malo.
Ambos paquetes de viviendas, junto a miles más, cotizan en
el Mercado Alternativo Bursátil (MAB) a través de SOCIMIS, “las nuevas
reinas del ladrillo”, vehículos de inversión inmobiliaria que se lucran
con el negocio del alquiler, cuya burbuja contribuyen a inflar, pagando
unos impuestos mínimos. |1|
Blackstone,
fondo estadounidense de capital riesgo, se autodenomina en su web “el
mayor fondo inmobiliario del mundo”, con 111.000 millones de dólares en
ladrillo bajo gestión. Su ‘modus operandi’ es el de los buitres: Devorar
activos en dificultades con grandes descuentos para sacarles después el
máximo beneficio sin escrúpulo alguno.
La
prensa estadounidense no duda en tildar a Blackstone de ‘slumlord’
(infracasero) y da cuenta de algunas de sus prácticas globales: Dejar
pudrirse las viviendas e ir expulsando a inquilinas molestas para él y
vecinas de toda la vida que vayan quedando en los edificios, en un
ejercicio de gentrificación programada. Un estudio de la Reserva Federal
de Atlanta publicado por ’Bloomberg’ en enero de 2017 revelaba que los
grandes inversores, como los de Wall Street, los nuevos caseros a gran
escala, tienen hasta el doble de probabilidades de presentar avisos de
desalojo que los pequeños propietarios en Fulton County, Georgia. El
estudio añadía: “parece que están contribuyendo a la inestabilidad de la
vivienda en Atlanta, y posiblemente en otros lugares". |2|
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