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quinta-feira, 7 de dezembro de 2017

Jerusalén como símbolo del fracaso europeo

Cuando el primer ministro de Israel David Ben Gurion quiso trasladar la capital de Israel desde Tel Aviv a Jerusalén en 1949, es decir un año después de la creación del estado judío, varios miembros de su gobierno le dijeron que era una provocación, especialmente una provocación dirigida contra los de Estados Unidos.
Sesenta y ocho años después, Donald Trump ha decidido dar un carpetazo al consenso internacional y declarar Jerusalén como capital de Israel. Eso no significa que vaya a trasladar la embajada de Tel Aviv inmediatamente, pero despeja el camino para una decisión ulterior en ese sentido del propio Trump o de alguno de los futuros inquilinos de la Casa Blanca.
Ha habido unas cuantas protestas en las últimas horas. Destacaremos las de Francia, el Reino Unido y Alemania, aunque se trata de dos de los países que más han hecho para que se llegue a la actual situación, en la que un estado palestino en el 22 por ciento de la Palestina histórica parece más imposible de concretar que nunca.
Francia, el Reino Unido y Alemania, con su ciega ayuda a Israel y a la ocupación, algo que no es nuevo, que no es una cosa de meses, sino que prácticamente arranca con la misma creación de Israel, han contribuido como ningún otro país, descontando Estados Unidos, a impulsar la política exterior de otro país, Israel, obrando en contra de los intereses de Europa.

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