Ha sido una mezcla entre el listín telefónico de Moscú y los primeros 100 nombres de los mega-ricos rusos que figuran en las lista Forbes. La
administración Trump, acuciada como casi siempre por las urgencias
tácticas (por la presión que recibe desde el bando demócrata e incluso
desde las propias filas republicanas) ha dado el paso siguiente, uno
más, con el objetivo de promover el aislamiento internacional de Rusia.
Pero esta vez se ha pegado un tiro en el pie.
Es sin duda un error
más de una administración incapaz de perfilar una política racional y
predecible. Trump ha proclamado que más de un centenar de individuos y
entidades rusas son candidatos para ser sancionados en un futuro.[1] La
ignorancia de la administración norteamericana es supina. Las sanciones
ignoran quién es la oposición real a Putin. No es la población, la
figura del presidente suma apoyos cercanos al 80%. Ni los medios de
comunicación, ni tampoco lo es la Duma (donde las críticas al propio
Putin son muy matizadas por parte de la oposición, incluida la
comunista).
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