KI
(prefiere no utilizar su nombre completo por razones de seguridad),
que creció en una comunidad agrícola al norte de Burkina Faso,
nunca necesitó mucho para vivir. Su familia comía lo que había
plantado y criaba ganado suficiente para sentirse segura
económicamente. Pero ahora, por primera vez en su vida, este hombre
de 65 años no sabe cómo va a sobrevivir los próximos meses.
Décadas de cambio climático y años de una violencia cada vez
mayor por parte de grupos armados vinculados tanto a al-Qaeda y al
ISIL (ISIS) como a fuerzas de defensa locales (una mezcla de
voluntarios de la comunidad armados por el gobierno y grupos que han
tomado las armas por su cuenta) han llevado a la pobreza a la antes
acomodada familia de KI. No ha podido cultivar ya que varios hombres
armados lo expulsaron de su granja en noviembre. Su rebaño de 30
vacas, la mayor parte del cual se dispersó y perdió durante el
ataque, ha quedado reducido a solo dos cabezas.
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