¿Será que perdimos la capacidad de indignación? Vemos
fotos y videos de cadáveres tirados en las calles en Guayaquil o La Paz,
a diario recibimos noticias sobre el genocidio de nuestros pueblos
originarios por desatención sanitaria. La “limpieza” étnico-política que
sucede a nuestros alrededor parece no inmutarnos siquiera.
Esta nueva “normalidad” nos ha hecho perder lo poco de humanidad que
nos quedaba. Recitamos cifras sobre infectados, recuperados y fallecidos
por la pandemia, nos despreocupamos del dolor generalizado y asumimos
contagios y muertes como parte de la “nueva normalidad”. Debiéramos
hacer un examen de conciencia, al menos.
Pero también parece algo “normal” que el 1% de la población del mundo
se apropie del 82% de toda la producción mundial, o por lo menos es eso
lo que ocurre desde hace décadas y lo hemos asumido como “normalidad”.
Esta impresionante desigualdad se repite en el interior de la inmensa
mayoría de los países y se superpone con esa ficción según la cual
“todos somos iguales ante la ley” y da por tierra con el principio que
somos ciudadanos globales de iguales derechos.
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