No son, no pueden ser, efectos colaterales e indeseados de la
guerra contra el narcotráfico. Los periodistas críticos son uno de los
objetivos. No el único, porque el blanco principal siguen siendo los de
abajo organizados. El asesinato es el modo que tienen los de arriba, esa
compleja alianza narco-empresarial-estatal, para desorganizar
movimientos y para neutralizar a los periodistas críticos y a los medios
(pocos) que los publican. Me resisto a verlo de otro modo, por la
propia historia de los medios.
Hasta hace algunas décadas, hasta
los años 70 u 80 (fechas algo arbitrarias), quienes ponían orden en las
redacciones eran los jefes de sección: política, sociedad, cultura, y
así. El consejo de redacción era una suerte de comité central en los
diarios y revistas semanales, que eran los medios más difundidos,
seguidos y apreciados por quienes deseaban informarse con un mínimo de
calidad en cuanto a los análisis y el estilo.
El jefe de cada
sección acostumbraba reunirse con el grupo de periodistas que le tocaba
dirigir, les proponía temas y escuchaba alguna observación, menor porque
el poder funcionaba de arriba abajo. Un viejo periodista tupamaro, que
oficiaba luego de la dictadura uruguaya como editor del quincenario Mate Amargo, solía decir –medio en broma medio en serio– que el
buen periodistase limitaba a preguntar
cuántas líneasdebía escribir (hasta entonces no se mentaban caracteres) y, sobre todo, si la nota debía ser
a favor o en contra.
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