Footprints - Praia do Castelejo, Vila do Bispo, Algarve

quarta-feira, 7 de fevereiro de 2018

Europa, ¿esperando la catástrofe?

El sábado 11 de noviembre de 2017, decenas de miles de fascistas polacos desfilaron por las calles de Varsovia. Ante el Palacio de la Cultura y la Ciencia que la Unión Soviética regaló a la Polonia socialista, marchaban miles de personas con bengalas encendidas, y bajo un denso humo que envolvía las banderas y el resplandor del fuego que perforaba la noche, los ultranacionalistas gritaban: “Queremos a Dios”, al tiempo que clamaban por la Polonia blanca, pedían la expulsión de los refugiados que han huido de las guerras, y exigían la persecución de los comunistas: "A golpe de martillo, a golpe de hoz, acabemos con la gentuza roja". Ese discurso xenófobo y racista ha encontrado amparo, y silencio cómplice, en la Iglesia católica polaca, y la comprensión y tolerancia del PiS (Ley y Justicia), el partido ultranacionalista que se ha convertido en la organización política con más influencia entre los jóvenes polacos. Como en otras ocasiones, el desfile fue visto con simpatía por el gobierno polaco, integrado por el PiS, una organización nacionalista de extrema derecha que ganó las elecciones en 2015. En la noche triste de Varsovia (la ciudad que resistió al nazismo, la del levantamiento del ghetto, la que fue liberada por el Ejército Rojo) la religión católica, la xenofobia, el nacionalismo y el odio a los comunistas, unieron en una inquietante serpiente de fuego a sesenta mil polacos que atravesaron la ciudad lanzando un serio aviso a todo el continente europeo.

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