En un artículo publicado en Al-Monitor sin una sola cita
verificable el periodista israelí Shlomi Eldar hizo todo lo posible por
desviar la atención de la corrupción en su país. Mencionó a periodistas
palestinos (todos los cuales hablaban bajo el anonimato) que “aplaudían”
y “admiraban” cómo habían cubierto los medios israelíes los escándalos
de corrupción que rodean al primer ministro de derecha del país,
Benjamin Netanyahu. Desde el punto de vista periodístico el enfoque de
Eldar es turbio y poco sólido.
Los medios de comunicación israelíes, que en gran medida han apoyado
las devastadoras guerras emprendidas por Netanyahu contra Gaza, siguen
defendiendo infatigablemente la ilegal ocupación de Palestina y actuando
de escudo defensor de la mancillada reputación de Israel en el ámbito
internacional. Aun cuando se pueda decir que ofrecen una cobertura
decente de la investigación a la que está sometido Netanyahu, no son
dignos de elogio.
El hecho de que un periodista israelí escoja
cuidadosamente a unos pocos palestinos que supuestamente elogiaron a los
medios de comunicación israelíes que defienden los crímenes de guerra
es un acontecimiento notable que seguramente no se puede abordar
satisfactoriamente bajo la condición de anonimato.
Pero dejando
de lado el periodismo de Eldar, se podría pensar que lo menos urgente en
estos momentos debería ser buscar la admiración palestina por los
medios de comunicación israelíes. Otras cuestiones son mucho más
apremiantes. Por ejemplo: ¿la corrupción de la élite política de Israel
es sintomática de una corrupción moral mayor y de otras formas de
corrupción que afectan a toda la sociedad? Y ¿por qué mientras se acusa a
Netanyahu de soborno nunca se ha acusado a ningún alto cargo israelí de crímenes de guerra contra los palestinos?
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