Cuando estaba por aparecer se lo vendió como una ayuda a los
árbitros. Como el aporte de la tecnología para el avance y progreso del
fútbol. Para que las decisiones arbitrales fueran más justas.
Era
imposible negarse a semejante aporte. Además cuando se habla de
tecnología y de modernidad ocurre una especie de seducción general
irresistible. Nos hacen sentir partícipes del presente y del futuro. Ser
modernos y tecnológicos es casi una obligación, para no caer en las
oscuridades del pasado, siempre peor que lo vivido actualmente.
Se
asemeja moderno a bueno y antiguo a malo. Nadie quiere lo malo, por
supuesto. Y como ser moderno es también vivir a toda velocidad, no hay
tiempo para reflexionar, ni siquiera para tener un pensamiento propio.
Los medios se encargan de que así sea y en verdad lo hacen muy bien. Nos
alimentamos de axiomas que nunca cuestionamos y que generalmente son
falsos.
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