El distanciamiento social y el confinamiento destinados a frenar
la epidemia de coronavirus no pueden imitarse según el modelo europeo e
imponerse a poblaciones que viven al día, en hogares abarrotados, con
poco agua y jabón, ni hacerse cumplir mediante la violencia ejercida por
el Estado. Es preciso encontrar un modelo diferente
El confinamiento, el encierro o la cuarentena –algunas de
las maneras de describir medidas sociales y económicas para aislar a unos seres
humanos de otros– tienen una larga historia. Han servido para abordar una
amplia gama de asuntos, desde la lepra a la locura, pasando por todo tipo de
comportamientos antisociales.
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