No es necesario un
terremoto para derribar un castillo de naipes: basta un exceso de peso aquí o
una leve corriente de aire allá. Basta, en otras palabras, una eventualidad. La
pandemia de COVID-19 no ha sido esa eventualidad para el caso del castillo de
naipes de nuestra civilización: las cartas llevaban medio siglo cayéndose, y lo
hacían cada vez más deprisa.
Después de la crisis
sanitaria provocada por el SARS-CoV-2 viviremos en un mundo cuyos contornos
apenas podemos advertir desde el presente. Sin embargo, el océano de
incertidumbre al que hoy se enfrentan nuestras sociedades termina en la orilla
de esta certeza: nuestro sistema económico ha rebasado los límites biofísicos
del sistema Tierra y ambos colapsan al unísono.
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