Sin un giro radical en las políticas de vivienda y de
garantía de rentas, en los próximos meses, los servicios sociales y
otras entidades van a desbordarse tratando de parar una hemorragia con
tiritas.
Cuando la mejor protección frente a la emergencia sanitaria es
quedarse en casa, las dificultades de acceso a la vivienda se convierten
en un factor multiplicador de las desigualdades sociales. No es lo
mismo pasar el confinamiento de la cuarentena en las casas con jardín
que lucen algunas personalidades del deporte o de la televisión, que en
un piso de 80 metros cuadrados, que con una familia de cuatro personas
conviviendo en un apartamento de 45. No es lo mismo tener una vivienda
digna mínimamente cómoda que vivir en una habitación alquilada. Y no es
lo mismo disponer de vivienda que sobrevivir en la calle.
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