La política israelí está cerrando la puerta a la posibilidad que el cuatro veces primer ministro Benjamín Netanyahu vuelva a ocupar el cargo gubernamental más relevante en esa entidad.
Traicionado por la ultraderecha y el extremismo político y religioso, Netanyahu se enfrenta a la posibilidad cierta de ir a la cárcel por corrupción, fraude y tráfico de influencias. Todo indica que Netanyahu no tendrá la posibilidad de poner el cargo de primer ministro como escudo, ni amenazar con una ofensiva militar contra Gaza o sus clásicas diatribas contra la República Islámica de Irán, Líbano o Siria. Un Netanyahu que está defendiendo como fiera herida su cargo, apelando a la clásica conducta de atemorizar respecto a un posible gobierno de unidad entre el centro político encabezado por Yair Lapid, la ultraderecha del otrora aliado de Netanyahu, el ex ministro de educación Naftali Bennett y la presencia de partidos árabes. Un gobierno que tendría en los dos primeros años a Bennett como primer ministro y los dos últimos a Yair Lapid. Se especula que Netanyahu estaría seduciendo a algunos diputados de Yamina, como es el caso de Nir Orbach, que ha mostrado su disconformidad con una alianza que incluya al partido árabe Maan y eso hace aún incierto el final de esta telenovela política.
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