Tras la Segunda Guerra Mundial, los nazis que ayudaron a Hitler a conseguir el poder y asesinaron a millones de personas, incluyendo al menos a 6 millones de judíos, fueron enjuiciados para enviar un aviso al mundo.
Aunque no todos tuvieron que enfrentarse a un proceso judicial, bastantes de ellos no estaban protegidos por su estatus elevado, alto cargo oficial o afirmaciones de “inocencia” o “patriotismo”. El único lenguaje que conocían era el del poder a través de la violencia –no el de la justicia ni el de la libertad– y tuvieron que rendir cuentas. Estos criminales se sometieron en Núremberg ante un tribunal tan trascendental que la palabra “nazi” quedó estigmatizada y se asociará por siempre a quienes participaron en esos horribles crímenes y posibilitaron que ocurrieran.
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