Fue el martes 25 de julio y hasta media mañana se tenía normalidad de desasosiego, porque está en el estado de ánimo colectivo (e individual) y se lo gobierna con sobresaltos hasta cierto punto domesticados. Y comenzó el flow de lo improbable. Los boys de las bandolas comenzaron a quemar taxis y buses a lotería de mala suerte, a tirotearse con la policía y con las agrupaciones rivales, realizar asesinatos o disparar a las nubes. La ansiedad detuvo al instante la economía comercial de la ciudad y la huida a los hogares dejó las calles expeditas para los fantasmas de la tarde; si los hay, por si acaso. Esta madrugada de miércoles, en ambas vías de tiempo, comenzó a las cuatro de la tarde del martes. “En Esmeraldas todo se apaga lentamente”, escribió Carolina Mella, en un artículo publicado en el portal digital de Diario El País, de España. Esta vez no fue así, el apagón anímico no tuvo pausas.
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