Un período electoral siempre supone un entorno de tomas de posición y expectativas que se manifiestan no solo en el plano político sino también, y muy sensiblemente, en las cuestiones financieras. Para quienes se mueven en ese micromundo no importan las grandes definiciones idealistas o los matices discursivos de los candidatos sino dónde preservar o jugar con el dinero. En un país en el que especulación financiera, fugas y evasión fiscal tienen un volumen gigantesco, los movimientos del capital se convierten en un factor objetivo de mucha atención y tensión. Nada de esto es lírico, como hemos podido observar repetidamente.
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