“Tendremos el número de afectados que queramos”, le dice un
funcionario gubernamental extranjero a un amigo que le telefonea para
interesarse por el estado de la pandemia en su país. La confesión resume
una vieja certeza: en situaciones de crisis como la que nos
encontramos, la estadística es una decisión de Estado. Según como
cuentes te salen unos números u otros. Manda la razón de Estado.
“Esta
crisis es la más grave que nuestro país conoce desde la Segunda
Guerra Mundial”, dijo Merkel en su primer discurso. Llama la
atención lo de “nuestro
país”. El
enfoque “nacional” ante algo tan claramente global es un reflejo
comprensible, pero miope. Y todos los jefes de Estado lo asumen,
junto al “¡viva
nosotros!” y los
patriotismos habituales. No es egoísmo, es atavismo.
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