El coronavirus ya inspira la liturgia de guerra en varios países. El
presidente de Francia Emmanuel Macron ha sido enfático respecto al
enemigo invisible. Donald Trump invocó la ley de producción de defensa
civil para garantizar alcohol gel y máscaras en escala militar. Angela
Merkel desde Alemania llama al virus el mayor desafío desde la Segunda
Guerra Mundial. Pero por aquí, en la tierra de los gobernantes de mente
plana, la guerra es contra la ciencia. Los profesionales de la salud
advierten que los datos de muertos y contaminados están siendo
falsificados o encubiertos y que es inminente una catástrofe que
devastará la vida de miles de personas, especialmente los más frágiles y
socialmente más vulnerables.
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