Tal parece que un minúsculo virus ha puesto a la humanidad contra las
cuerdas. El cómputo de sus víctimas crece desbocado día tras día,
mientras las ciudades se ven desconocidas, trasmutadas en un paisaje
insólito de avenidas y plazas desiertas con las gentes recluidas en sus
casas. Los jefes de la barraca, esos políticos de hábil facundia,
mantienen el tipo y explican, didácticamente, que todo irá bien dentro
de poco, que tengamos paciencia. Los mass media informan a
medias y nos tienen entretenidos para que no nos desmandemos. Mientras
tanto, en hospitales vetustos o improvisados, héroes vestidos de
astronauta lo entregan todo tratando de paliar el desastre. Sería hora
de preguntarnos, por lo que nos va en ello, quién es responsable de la
desgracia que se ceba con nosotros.
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