No ha sido España, ni el Congreso, ni su propio hijo los
que hayan denunciado las posibles irregularidades financieras de Juan Carlos I, sino la fiscalía de un país extranjero y el periodismo.
La democracia le debe mucho al rey Juan Carlos, según
hemos aprendido desde pequeños en los libros de historia y hagiografías
televisivas que se hacen cada aniversario del 23F. Algunos historiadores
y escritores tan cercanos a la Casa Real como Pilar Urbano también han
evidenciado en algunos de sus libros que fue uno de los grandes conspiradores para
que cayera Adolfo Suárez, pero eso queda en el baúl de los recuerdos
malolientes de la Transición. Durante años hemos preferido lucir, como
broche de aquella época, la épica de un monarca ordenando el cese de un
golpe de Estado por televisión.
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