Si
el impacto de la actual pandemia en el plano de la salud mundial ya
adquiere ribetes dramáticos, el COVID-19
podría aumentar el desempleo mundial en casi 25 millones de
personas, superando así el efecto de la crisis financiera de
2008-2009.
Afectando
de manera desproporcionada a determinados grupos más vulnerables y
agravando los niveles de desigualdad. Entre los que más resentirán
el impacto se encuentran las personas con trabajos menos protegidos y
mal pagados, en particular jóvenes y trabajadores de cierta edad.
Así como los migrantes, muy fragilizados por la falta de protección
y derechos sociales; y las mujeres, mayoritarias en empleos de baja
remuneración.
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