En la Franja de Gaza hay 8.000 jóvenes con discapacidades permanentes
como resultado de las acciones de los francotiradores. A algunos les han
amputado las piernas y los francotiradores están muy orgullosos de eso.
Ninguno de los francotiradores entrevistados por la aterradora historia
de Hilo Glazer en Haaretz (6 de marzo) se
arrepiente. Lo único que sienten es no haber derramado más sangre. En
el batallón se burlaron de uno diciéndole: «aquí viene el asesino».
Todos actúan como asesinos. Sus acciones lo demuestran –más de 200
muertos como resultado de éstas– y sus declaraciones prueban que estos
jóvenes han perdido la brújula moral. Están perdidos. Continuarán
estudiando, tendrán carreras, criarán familias y nunca se recuperarán de
su ceguera. Inhabilitaron físicamente a sus víctimas, pero sus propias
discapacidades son más graves. Sus almas se han retorcido completamente.
Nunca más serán individuos morales. Son un peligro para la sociedad.
Han perdido su humanidad, si alguna vez la tuvieron, en los campos de
tiro frente a la Franja de Gaza. Son los hijos de nuestros amigos y los
amigos de nuestros hijos, los jóvenes del apartamento de enfrente. Mira
cómo hablan.
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