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sábado, 31 de outubro de 2015

Israel, los medios de comunicación y la anatomía de una sociedad enferma

El vídeo del niño palestino de 13 años Ahmed Manasrah desangrándose en la acera de un barrio de Jerusalén Este ha sido descrito como "chocante", "preocupante" y "doloroso de ver". Los monstruosos y abusivos insultos verbales de los israelíes viendo al niño retorcerse en agonía están, inevitablemente, caracterizados como "inhumanos" y "crueles"; y de hecho lo son. "¡Se muere un hijo de puta! ¡Muere! ¡Muere!", eran los gritos de los espectadores israelíes que se pueden escuchar en el video que se convirtió en viral en las redes sociales.
Si bien ha habido mucha discusión acerca de este video y de otros actos similares donde estuvieron involucradas ejecuciones extrajudiciales de jóvenes palestinos acusados ​​por Israel de haber apuñalado a israelíes (aún está en disputa la veracidad de algunas de estas acusaciones), es evidente que no hay un análisis de las implicaciones sociológicas. En concreto se ha convertido en un tabú interrogar qué clase de conclusiones ideológicas y psicológicas pueden extraerse sobre la sociedad israelí, una sociedad donde tal comportamiento no es un caso atípico; donde, en lugar de ser una anomalía, es indicativo de una importante, si no la principal actitud. Este tratamiento, innegablemente bárbaro no es simple odio y no puede ser explicado o justificado. Pero eso es precisamente lo que hacen los medios corporativos.
Baste decir que hay muchos analistas políticos, activistas y otros que son tímidos cuando se trata de condenar en firme a la sociedad y las actitudes israelíes. Ellos están, y con mucha justificación, temerosos de ser demonizados como antisemitas, aterrorizados de que en lugar de un diálogo abierto y un examen crítico, sus argumentos sean distorsionados y calificados como de odio y racistas. Mientras que tales acusaciones son a veces justificadas -como en el caso de fanáticos fascistas y neonazis para quienes "judío" es sinónimo de "mal"- más de las veces se trata de desviaciones intencionalmente engañosas diseñadas para proteger a la sociedad israelí de la crítica que tan claramente se merece.
Pero aquellos cuyo interés está en la justicia y en decir la verdad no pueden permanecer en silencio, no pueden permitirse convertirse en víctimas de la autocensura inducida por el miedo, porque la crítica silenciada de Israel es, en realidad, un fracaso de la defensa adecuada de los oprimidos; es una abdicación de la responsabilidad de hablar en contra de la injusticia, de la brutalidad del colonialismo y la inhumanidad del sionismo contemporáneo. Es igualmente un abandono del deber de deconstruir las narrativas dominantes por el interés de la justicia social, de desafiar a la propaganda de los medios de comunicación corporativos cuya función principal es proteger el poder de la luz incómoda de la crítica. No puedo, y no estaré en silencio.

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