El vídeo
del niño palestino de 13 años Ahmed Manasrah desangrándose en la acera
de un barrio de Jerusalén Este ha sido descrito como "chocante",
"preocupante" y "doloroso de ver". Los monstruosos y abusivos insultos
verbales de los israelíes viendo al niño retorcerse en agonía están,
inevitablemente, caracterizados como "inhumanos" y "crueles"; y de hecho
lo son. "¡Se muere un hijo de puta! ¡Muere! ¡Muere!", eran los
gritos de los espectadores israelíes que se pueden escuchar en el video
que se convirtió en viral en las redes sociales.
Si bien ha
habido mucha discusión acerca de este video y de otros actos similares
donde estuvieron involucradas ejecuciones extrajudiciales de jóvenes
palestinos acusados por Israel de haber apuñalado a israelíes (aún
está en disputa la veracidad de algunas de estas acusaciones), es
evidente que no hay un análisis de las implicaciones sociológicas. En
concreto se ha convertido en un tabú interrogar qué clase de
conclusiones ideológicas y psicológicas pueden extraerse sobre la
sociedad israelí, una sociedad donde tal comportamiento no es un caso
atípico; donde, en lugar de ser una anomalía, es indicativo de una
importante, si no la principal actitud. Este tratamiento, innegablemente
bárbaro no es simple odio y no puede ser explicado o justificado. Pero
eso es precisamente lo que hacen los medios corporativos.
Baste
decir que hay muchos analistas políticos, activistas y otros que son
tímidos cuando se trata de condenar en firme a la sociedad y las
actitudes israelíes. Ellos están, y con mucha justificación, temerosos
de ser demonizados como antisemitas, aterrorizados de que en lugar de un
diálogo abierto y un examen crítico, sus argumentos sean distorsionados
y calificados como de odio y racistas. Mientras que tales acusaciones
son a veces justificadas -como en el caso de fanáticos fascistas y
neonazis para quienes "judío" es sinónimo de "mal"- más de las veces se
trata de desviaciones intencionalmente engañosas diseñadas para proteger
a la sociedad israelí de la crítica que tan claramente se merece.
Pero aquellos cuyo interés está en la justicia y en decir la verdad no
pueden permanecer en silencio, no pueden permitirse convertirse en
víctimas de la autocensura inducida por el miedo, porque la crítica
silenciada de Israel es, en realidad, un fracaso de la defensa adecuada
de los oprimidos; es una abdicación de la responsabilidad de hablar en
contra de la injusticia, de la brutalidad del colonialismo y la
inhumanidad del sionismo contemporáneo. Es igualmente un abandono del
deber de deconstruir las narrativas dominantes por el interés de la
justicia social, de desafiar a la propaganda de los medios de
comunicación corporativos cuya función principal es proteger el poder de
la luz incómoda de la crítica. No puedo, y no estaré en silencio.
Sem comentários:
Enviar um comentário