En medio de lo que se ha llegado a conocer en Israel como la
“Intifada de los acuchilladores”, tuvo lugar una escena poco usual en
Ramat Gan, donde muchos de los residentes son judíos iraquíes. Una mujer
menuda estaba protegiendo a un hombre que yacía en el suelo y era
perseguido por una turba, incluidos algunos soldados, que quería
lincharlo.
Mientras yacía en el suelo, le pulverizaron gas
pimienta a los ojos a quemarropa. Logró murmurar a su ángel guardián:
“Soy judío”. Cuando la turba terminó por comprender el mensaje lo
dejaron solo.
Lo persiguieron porque casi todos los judíos
iraquíes se parecen a los palestinos; de hecho, la mayoría de nosotros,
los judíos de Israel, nos parecemos a los palestinos. Los únicos judíos
que están “protegidos” son los judíos ortodoxos mizrajíes que se ponen
las mismas vestimentas que sus predecesores asquenazís usaban en la
Europa del Siglo XVII, dejando de lado su tradicional vestimenta
“árabe”.
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