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quarta-feira, 7 de outubro de 2015

Entre la compasión y el cinismo

Siria, ayer ignorada y abandonada, ha vuelto al primer plano de la actualidad. En París, en medio de una conferencia de prensa presidencial de François Hollande, en Nueva York, como tema estrella de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Todo ello con el trasfondo de los ataques contra el Daesh (Estado Islámico), cuyo impresionante número (más de 7 000 según algunas estimaciones) no parece garantizar la eficacia, y de la llegada masiva de refugiados sirios a Europa.
François Hollande explica:
1) que hay que acoger a los refugiados sirios, sin confundirlos con los demás refugiados, y menos aún con los “inmigrantes económicos”;
2) que los ataques franceses contra Daesh deben ampliarse de Irak a Siria. La proximidad de las dos afirmaciones da a entender que esos refugiados sirios son fundamentalmente víctimas de la barbarie de Daesh. Una percepción que refuerza a gran escala el tratamiento mediático del asunto.
Merkel, por su parte, siguiendo un razonamiento similar llega a una conclusión clara: si se quiere derrotar a Daesh y responder a los problemas a los que está confrontada Europa, hay que discutir con el régimen sirio; por tanto, relegitimar a Bachar Al-Assad como un interlocutor presentable.
De todas estas aproximaciones confusas conviene extraer los verdaderos granos:
1) Sí, hay que acoger a los refugiados sirios. Pero no limitarse a 24 000, cuando los que huyen del horror se cuentan por centenares de miles en Europa y por millones en Medio Oriente.
2) Sí, estos refugiados huyen del horror de Daesh pero son, en primer lugar y de forma masiva, víctimas de la barbarie del régimen de Bachar al-Assad que, para salvar su poder dictatorial, lleva a cabo una guerra implacable contra su pueblo.
3) Sí, hay que combatir a Daesh, pero unos ataques aéreos no permitirán acabar con él, ni preservarse de los atentados terroristas, y menos aún responder al desafío de las migraciones.

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