Las informaciones se acumulan, se entrecruzan. En primer lugar afluyen
las imágenes: la explosión, la policía cargando contra los manifestantes
supervivientes, las ambulancias bloqueadas por cordones policiales...
Luego viene el turno de los testimonios que cuentan cómo la policía ha
repelido a quienes huían del lugar de la explosión, cómo desde sus
autobuses las fuerzas antidisturbios insultan a los manifestantes que
intentan organizar la circulación para que las ambulancias puedan pasar,
cómo mueren algunos heridos por falta de atención a tiempo. Luego, la
ola de informaciones se ralentiza, la causa es muy sencilla: el gobierno
ha bloqueado el acceso a las redes sociales, Internet ha sido
ralentizado. En definitiva, represión y censura como únicas respuestas
de Erdogan.
Cada hora que pasa el balance se hace más duro. En el momento de escribir estas líneas se trata de cerca de 100 muertos y de unos 300 heridos. En cualquier caso, el atentado de Ankara es una carnicería espantosa que ha tenido por objetivo a militantes de izquierdas y/o kurdos, sindicalistas, defensores de derechos humanos reunidos para celebrar un mitin por el Trabajo, la Democracia y la Paz.
Este mitin iba a ser un inmenso éxito, los organizadores estaban seguros de su carácter extremadamente masivo. Venían manifestantes de toda Turquía convocados por organizaciones políticas, sindicales, asociativas, cámaras profesionales... para decir no a la política de guerra y represiva de Erdogan. Evidentemente, el principal actor político de este mitin debía ser el HDP (Partido Democrático de los Pueblos, que reúne al movimiento de liberación kurdo, a corrientes marxistas y a demócratas) reagrupando a su alrededor a toda la oposición consecuente y realmente existente en Turquía. Algunos días antes, el PKK había anunciado una tregua durante las elecciones previstas para el 1 de noviembre.
Pero el poder no quería que se produjera ese paisaje, una marea humana venida de los cuatro puntos del país que denunciaba los municipios kurdos en Estado de sitio y los asesinatos del Estado perpetrados en ellos, los pogromos organizados en las ciudades por los fascistas, la represión permanente. El poder ha actuado como sabe hacerlo, como lo hizo ya en Suruç donde fueron asesinados 33 revolucionarios: con una bomba. Este atentado no será reivindicado pero como está escrito en la pancarta de cabeza que ha reagrupado a decenas de miles de personas este anochecer en Estambul, "Conocemos a los culpables". Es decir, una dirección del Estado de carácter mafioso, de matones a sueldo, dispuesta a todo para mantener su posición.
Cada hora que pasa el balance se hace más duro. En el momento de escribir estas líneas se trata de cerca de 100 muertos y de unos 300 heridos. En cualquier caso, el atentado de Ankara es una carnicería espantosa que ha tenido por objetivo a militantes de izquierdas y/o kurdos, sindicalistas, defensores de derechos humanos reunidos para celebrar un mitin por el Trabajo, la Democracia y la Paz.
Este mitin iba a ser un inmenso éxito, los organizadores estaban seguros de su carácter extremadamente masivo. Venían manifestantes de toda Turquía convocados por organizaciones políticas, sindicales, asociativas, cámaras profesionales... para decir no a la política de guerra y represiva de Erdogan. Evidentemente, el principal actor político de este mitin debía ser el HDP (Partido Democrático de los Pueblos, que reúne al movimiento de liberación kurdo, a corrientes marxistas y a demócratas) reagrupando a su alrededor a toda la oposición consecuente y realmente existente en Turquía. Algunos días antes, el PKK había anunciado una tregua durante las elecciones previstas para el 1 de noviembre.
Pero el poder no quería que se produjera ese paisaje, una marea humana venida de los cuatro puntos del país que denunciaba los municipios kurdos en Estado de sitio y los asesinatos del Estado perpetrados en ellos, los pogromos organizados en las ciudades por los fascistas, la represión permanente. El poder ha actuado como sabe hacerlo, como lo hizo ya en Suruç donde fueron asesinados 33 revolucionarios: con una bomba. Este atentado no será reivindicado pero como está escrito en la pancarta de cabeza que ha reagrupado a decenas de miles de personas este anochecer en Estambul, "Conocemos a los culpables". Es decir, una dirección del Estado de carácter mafioso, de matones a sueldo, dispuesta a todo para mantener su posición.
Sem comentários:
Enviar um comentário