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sábado, 31 de outubro de 2015

El mercantilismo político

No voy a decir nada nuevo si afirmo que los verdaderos culpables del clientelismo político no son otros que los mismos que lo promueven. No podrían instalarlo sin embargo si no contaran con algunos requisitos básicos: la desigualdad social, la pobreza, el desempleo, la miseria, la excesiva y obscena concentración de la riqueza, factores todos que no se presentan de un día para otro,sino que son la consecuencia del desinterés por el honesto ejercicio de la política y la falta de responsabilidad de sucesivos gobiernos a lo largo de muchas décadas.
Los gobiernos clientelistas, también llamados populistas, no son de izquierda ni de derecha, pueden darse en muy diferentes marcos y se basan en los mismos principios: detectar las carencias más sentidas por la sociedad y elevarlas al nivel de verdaderos e irrenunciables ideales, pero no para proponerse alcanzarlos sino para mantenerlos como objetivos capaces de convocar, durante el mayor tiempo posible, la adhesión esperanzada de las multitudes insatisfechas. En realidad los liderazgos carismáticos que son diestros en aglutinar gran cantidad de fieles e incondicionales seguidores no solo se yerguen como intérpretes de las necesidades más elementales de la gente, sino que también desarrollan la habilidad de detectar los sentimientos y las aspiraciones de grupos de jóvenes propensos a descubrir caminos alternativos y deseosos de encontrar soluciones a los problemas que los rodean no solo porque los afecten sino también porque se sienten ávidos de seguir liderazgos atractivos, novedosos y convocantes.
De allí la formación de grupos de lealtad juvenil, fácilmente manipulables e incondicionales corifeos de las actividades masivas de sus líderes que pueden conducirlos a la irracionalidad y a la violencia. Decía José Ingenieros “juventud sin rebeldía es servilismo precoz”. Pero si esa rebeldía es instrumentada por caudillos irresponsables que esconden sus verdaderos y personales objetivos tras un discurso revolucionario, reivindicativo y justiciero, que por otra parte no está en sus planes cumplir, puede transformarse en un arma muy peligrosa y frustrante para esa misma juventud.

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