Las elecciones parlamentarias en curso en Egipto –una farsa en todos los sentidos, con una participación hasta ahora de sólo el 2% del electorado- son una prueba más de que Egipto está siendo testigo de la solidificación de un sistema de gobierno quasi autoritario, no de un resurgimiento democrático.
La
mayor parte de los nuevos parlamentarios de Egipto forman parte de las
elites pudientes que empatizan con el actual presidente militar de la
nación y se oponían vehementemente a los Hermanos Musulmanes que
gobernaron Egipto durante una breve transición democrática a lo largo de
2012 y 2013. En resumen, será un parlamento de mero trámite que se
prestará a servir de instrumento –en lugar de ser un órgano de control-
del actual presidente egipcio, Abdel Fatah Al-Sisi.
Al-Sisi aprobó recientemente una nueva ley electoral
que anula eficazmente la influencia de los partidos políticos en
Egipto. Según dicha ley, casi el 80% de los escaños parlamentarios irán a
parar a individuos. Este sistema individual, que ayudó al exdictador
egipcio Hosni Mubarak a consolidar su poder en las décadas de 1980 y
1990, privilegia a las élites enriquecidas que tienen vínculos con el establishment egipcio del que forma parte Al-Sisi.
Los
politólogos y activistas políticos egipcios son conscientes desde hace
mucho tiempo de que el sistema de individualidades es una amenaza para
las perspectivas democráticas de Egipto. Después de que el levantamiento
de 2011 derrocara a Mubarak, se aprobó velozmente una nueva legislación
que favorecía a los partidos políticos en vez de a los individuos
poderosos. Cuando se eligió el primer parlamento posterior a Mubarak a
finales de 2011, casi el 70% de los escaños recayó en candidatos que integraban las listas electorales con representantes de los partidos políticos egipcios.
Es
poco probable que Al-Sisi se apoye exclusivamente en la nueva ley
electoral para asegurarse un parlamento obediente. Preocupado por cómo
las posibles fracturas en el establishment podrían afectar a su
gobierno, Al-Sisi ha indicado ya que quiere enmendar la constitución
para reducir el poder del parlamento. Como informaba Mada Masr
el mes pasado, Al-Sisi advirtió a los egipcios contra los poderes del
parlamento. Dijo: “La constitución dio al parlamento amplios poderes,
con buenas intenciones… Pero el país no puede gobernarse a base de
buenas intenciones”.
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