El jueves 24 de septiembre, el papa Francisco pronunció un histórico
discurso ante el Congreso, en lo que constituyó la primera vez que un
papa se dirigía a ambas cámaras reunidas en asamblea. Al referirse a los
refugiados en su discurso, expresó: “No debemos sentirnos abrumados por
las cifras, sino más bien ver que se trata de personas, mirar sus
caras, escuchar sus historias e intentar dar la mejor respuesta que
podamos a su situación. Una respuesta que sea simplemente humana,
fraterna. Es preciso evitar una tentación muy común, la de desechar todo
lo que resulta problemático. Recordemos la Regla de Oro: 'Trata a los
demás como quisieras que los demás te trataran a ti'”.
Ante ese grupo de legisladores, la mayoría de los cuales apoya la pena de muerte, el Papa llamó a la abolición de la pena capital en el mundo: “La Regla de Oro nos recuerda además nuestra responsabilidad de proteger y defender la vida humana en todos sus estadios de desarrollo. Esta convicción me ha llevado desde el principio de mi ministerio a defender en distintos ámbitos la abolición de la pena de muerte en el mundo”. En su alocución ante el Congreso del principal país fabricante de armas del mundo, llamó además a poner fin al comercio internacional de armas. El Papa reflexionó: “¿Por qué se venden armas letales a aquellos que pretenden infligir un sufrimiento indescriptible a las personas y a la sociedad? Lamentablemente, la respuesta, como todos sabemos, es simple: por dinero. Dinero teñido de sangre. Muchas veces, de sangre inocente. Ante el silencio vergonzoso y culpable, es nuestro deber afrontar el problema y poner fin al comercio de armas”. Sin embargo, mientras leía en voz alta y pausada sus palabras redactadas en un cuidadoso inglés (su quinta lengua), se vio interrumpido en varias oportunidades por las ovaciones de legisladores de ambos partidos mayoritarios, que se ponían de pie para aplaudirlo.
En líneas generales, el discurso del papa Francisco giró en torno a cuatro estadounidenses: Abraham Lincoln, Martin Luther King y dos figuras menos conocidas, dos católicos, Dorothy Day y Thomas Merton. “Estos hombres y mujeres, con todas sus diferencias y limitaciones, con trabajo duro y abnegación, algunos incluso a costa de su propia vida, fueron capaces de construir un futuro mejor. Dieron forma a valores fundamentales que permanecerán por siempre en el espíritu del pueblo estadounidense”.
Lincoln y Martin Luther King no precisan mucha presentación. Las otras dos figuras mencionadas por el Papa, tal vez sí. Dorothy Day fue una tenaz activista del siglo XX cuya canonización está siendo considerada formalmente por la Iglesia Católica.
Ante ese grupo de legisladores, la mayoría de los cuales apoya la pena de muerte, el Papa llamó a la abolición de la pena capital en el mundo: “La Regla de Oro nos recuerda además nuestra responsabilidad de proteger y defender la vida humana en todos sus estadios de desarrollo. Esta convicción me ha llevado desde el principio de mi ministerio a defender en distintos ámbitos la abolición de la pena de muerte en el mundo”. En su alocución ante el Congreso del principal país fabricante de armas del mundo, llamó además a poner fin al comercio internacional de armas. El Papa reflexionó: “¿Por qué se venden armas letales a aquellos que pretenden infligir un sufrimiento indescriptible a las personas y a la sociedad? Lamentablemente, la respuesta, como todos sabemos, es simple: por dinero. Dinero teñido de sangre. Muchas veces, de sangre inocente. Ante el silencio vergonzoso y culpable, es nuestro deber afrontar el problema y poner fin al comercio de armas”. Sin embargo, mientras leía en voz alta y pausada sus palabras redactadas en un cuidadoso inglés (su quinta lengua), se vio interrumpido en varias oportunidades por las ovaciones de legisladores de ambos partidos mayoritarios, que se ponían de pie para aplaudirlo.
En líneas generales, el discurso del papa Francisco giró en torno a cuatro estadounidenses: Abraham Lincoln, Martin Luther King y dos figuras menos conocidas, dos católicos, Dorothy Day y Thomas Merton. “Estos hombres y mujeres, con todas sus diferencias y limitaciones, con trabajo duro y abnegación, algunos incluso a costa de su propia vida, fueron capaces de construir un futuro mejor. Dieron forma a valores fundamentales que permanecerán por siempre en el espíritu del pueblo estadounidense”.
Lincoln y Martin Luther King no precisan mucha presentación. Las otras dos figuras mencionadas por el Papa, tal vez sí. Dorothy Day fue una tenaz activista del siglo XX cuya canonización está siendo considerada formalmente por la Iglesia Católica.
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