Prácticamente todos los simpatizantes de Bernie Sanders con quienes he
hablado estos días están viviendo la misma sensación de extrañeza. Se
muestran optimistamente aterrados, prudentemente entusiasmados y
tímidamente alborozados. ¿Por qué motivo? Porque su candidato es el
claro favorito para la nominación a la presidencia de un Partido
Demócrata cuyo núcleo desearía más que nada su fracaso.
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