A veces pienso que si todas habláramos, quizá, cambiaba el mundo.
Si todas dejáramos de normalizar y reconociéramos las experiencias que
hemos vivido. Hablar de las situaciones incómodas, de los evidentes momentos de acoso, de los chantajistas emocionales, de sus falsas promesas a cambio de una parte de nosotras mismas, de sus abusos de poder…
Si pusiéramos todas las cartas sobre la mesa se marcarían, de golpe,
los pasos para cambiar el mundo. Pero no es fácil hacerlo porque vivimos
en una sociedad machista que se vale del estigma, de la vergüenza, del miedo y del poder de unos hombres intocables que, por su profesionalidad, son figuras intachables.
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