Las cifras provocan pasmo. En lo que parece ser un vasto traslado
de población de un desintegrado Gran Oriente Medio, solo en septiembre
200.000 refugiados atravesaron Austria. Alrededor de medio millón de
desesperados refugiados provenientes de Siria, Iraq, Afganistán y otros
lugares llegaron a Grecia desde que empezó 2015 (esto es, aquellos que
no murieron en el mar), y todo lo que se espera es que estos guarismos
no harán más que crecer. Setecientos niños cada día han pedido asilo en
algún sitio de Europa (190.000 entre enero y septiembre de 2015). Y se
espera que por lo menos tres millones de refugiados y emigrantes de las
guerras de este planeta y de las zonas de desesperación se dirijan a
Europa en 2016.
En estas circunstancias, seguramente a
usted no le sorprendió saber que, una vez que las primeras historias
optimistas sobre la multitudinaria acogida de refugiados en Europa se
fueron apagando, las cachiporras y los camiones hidrantes aparecieron en
algunas partes del continente y las murallas empezaron a erigirse.
Seguramente tampoco le sorprenderá enterarse de que en estos momentos
algunos sitios de Europa son presa de una exaltación anti-inmigrante,
anti-musulmán, mientras la adhesión a los partidos de extrema derecha
está –no por casualidad– en aumento. Esto es verdad en Francia, donde se
espera que el virulento ardor anti-musulmán, anti-inmigantes y
anti-Unión Europea de Marine Le Pen tenga importantes resultados en las
elecciones locales del próximo invierno (la propia Le Pen encabeza los
primeros sondeos de opinión en la carrera por la presidencia); también
lo es en la “tolerante” Suecia, donde un partido de extrema derecha
vinculado con grupos neonazis está obteniendo más del 25 por ciento de
las perspectivas de voto en los sondeos de opinión. En Polonia, un
partido extremista con su retórica contra los refugiados acaba de lograr
una victoria aplastante. Y así por el estilo son las cosas en buena
parte de Europa en estos días.
Todo esto (y más) constituye
una novedosa tendencia que podría, más temprano que tarde, revertir la
naturaleza cada vez más integrada de Europa, la erección de muros y
barreras en toda su geografía y una fractura irreversible de la Unión
Europea, a medida que aumente el arrebato nacionalista y sabe dios qué
más. En Estados Unidos, si bien de un modo más apagado, es posible ver
la misma tendencia en lo que aquí se denomina la elección de un
“forastero”, pero que de hecho está significativamente enfocada en
mantener a los forasteros separados de los nuestros (para saber a qué me
refiero no hace falta más que ir al buscador de Google y escribir Donad
Trump, Ben Carson e ‘inmigrantes’). ¿No es extraño que siempre hablemos
de “cuestiones tribales” cuando se trata de África o las zonas rurales
casi desiertas de Pakistán y Afganistán, pero nunca cuando nos referimos
a nuestro mundo? Sin embargo, a grandes rasgos, si los dichos de esos
señores no son respuestas “tribales”, ¿que son entonces?
Sem comentários:
Enviar um comentário