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quinta-feira, 26 de novembro de 2015

El terror del Estado Islámico, el estado de excepción en Francia, nuestras responsabilidades

El 13 de noviembre constituye un cambio en la situación política nacional e internacional. El Estado Islámico (EI, Daesh) ha golpeado de nuevo y, también, con más fuerza. En enero, el objetivo fueron los periodistas de Charlie Hebdo, la policía y los judíos. Esta vez, quien estaba en el punto de mira era la juventud. No han matado a no importa quién y no importa donde: han cargado contra la gente joven, contra la juventud, sin distinción alguna, ni de sus orígenes, ni de religión (o de ausencia de religión), ni de sus opiniones políticas. Al menos 130 muertos y más de 350 personas heridas; según testigos directos de la matanza, como mínimo un millar. Muchos de nosotros tenemos víctimas conocidas y, si no, amigos que las tienen. La onda de choque, la emoción, es profunda.
Solidaridad con las víctimas
El objetivo que perseguían los comandos del EI no constituye un misterio: destrozar la sociedad mediante el terror. Crear una situación en la que se imponga la guerra de unos contra otros; en la que el miedo levante barreras infranqueables entre los ciudadanos y ciudadanas en función de sus orígenes, su religión, su modo de vida, su identidad; cavar un foso de sangre en el seno de la religión musulmana, forzando a los creyentes a elegir un campo: quien no está con nosotros hasta lo inhumano, está contra nosotros y se convierte en un objetivo "legítimo".
Los atentados de Paris se encuentran entre los más sangrientos perpetrados en el mundo por el EI y otros movimientos similares que responden a la misma lógica destructora. Nuestra solidaridad es internacional y se dirige en particular hacia quienes lo combaten en otros países poniendo sus vidas en riesgo: en Siria y en Irak, en Líbano y en Bamako, en Pakistán y en Turquía… Ante todo, tenemos que proclamar nuestra compasión, nuestra identificación, nuestra fraternidad con las víctimas y con la gente cercana a ellas.
Evidentemente, en esos momentos continuamos impulsando la lucha de clases, apoyando la lucha de toda la gente oprimida; pero más allá de eso, defendemos la humanidad frente a la barbarie. Para nosotros, la dimensión humanista del compromiso revolucionario sigue siendo una brújula. Cualquier política progresista comienza con la indignación, la emoción. Y si bien no se reduce a ello, ésta constituye su punto de partida. No opongamos la reflexión a la aflicción. Abandonemos los estereotipos; dejemos de escribir sin sentimientos. Aquí y ahora ayudemos a las víctimas y a la gente próxima a ellas, compartamos su dolor, participemos en los minutos de silencio, en las manifestaciones de solidaridad. Formamos parte de ese movimiento y es a partir de él que podremos explicar nuestras razones.

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