Pienso que el verdadero problema es que, cuando a la gente le preocupa
ante todo su nacionalidad o identidad étnica particular, empieza a
examinar cada pronunciamiento político y cada acontecimiento local en
busca de las implicaciones para dicha identidad. Con ese estado de
ánimo, todos los debates sobre impuestos, o sobre líneas de trenes de
alta velocidad, o sobre adjudicaciones del agua, o sobre derechos de
gestión de costas, o sobre subvenciones a los museos de arte o las salas
de conciertos, etcétera, se convierten automáticamente en debates que
implican a «nuestra cultura» y a «nuestra identidad»[…]
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