Al fondo del paisaje, los camiones avanzan por la carretera en dirección
al túnel submarino que cruza la Mancha. Sobre el puente pegado a la
llamada Jungla de Calais, ese campo de refugiados donde cerca de 6.000
sirios, afganos, iraquíes, sudaneses y eritreos malviven desde hace
meses, uno observa a un grupo de jóvenes que divisan el horizonte con
indudable anhelo. Uno de ellos viste una sudadera roja con una
sorprendente inscripción: Dismaland, el nombre del parque de atracciones
que Banksy, el más misterioso y cotizado astro del street art, abrió el verano pasado en la costa británica.
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