Que la industria farmacéutica ostenta un poder inmenso de influencia
en
los gobiernos es de sobra conocido. Temas tan espinosos (por decirlo de
una manera suave) como su lucha contra la venta de genéricos para el
SIDA o sus recurrentes denuncias contra el gobierno indio por su
decisión de prohibir la comercialización de algunos medicamentos [1] son
de sobra conocidos, lo que es curioso, porque es uno de los
sectores más subvencionados por los gobiernos tanto en becas de
formación como en subvenciones directas para investigación. Dinero
público que revierte únicamente en manos privadas.
Allen Frances, el director durante años del DSM que define los
trastornos y patologías mentales, en una entrevista a El País admitía: ’fuimos
muy conservadores y solo introdujimos dos de los 94 nuevos trastornos
mentales que se habían sugerido. Al acabar, nos felicitamos, convencidos
de que habíamos hecho un buen trabajo. Pero el DSM IV resultó
ser un dique demasiado endeble para frenar el empuje agresivo y
diabólicamente astuto de las empresas farmacéuticas para introducir
nuevas entidades patológicas. No supimos anticiparnos al poder de las
farmacéuticas para hacer creer a médicos, padres y pacientes que el
trastorno psiquiátrico es algo muy común y de fácil solución’ [2].
¿Pero cuánto gasta la industria farmacéutica en hacer presión a los
poderes públicos? El Observatorio de las Corporaciones en Europa ha
estudiado las cifras y apunta a que la industria farmacéutica ha
declarado unas cifras de en torno a 40 millones de euros, incluyendo
empresas, asociaciones farmacéuticas y las empresas de lobby que
contratan para tal fin. Esta cifra es en torno a 15 veces más
que lo que pueden gastar en lobby las organizaciones de la sociedad
civil y los grupos de consumidores que trabajan por la salud pública o
para promover el acceso a los medicamentos. Sin embargo, estas
son las cifras declaradas, el gasto real puede ser mucho más. El
incremento, respecto de 2012, suponen 6 millones de euros, a pesar de
que las ocho asociaciones comerciales de lobby más importantes declaran
un incremento siete veces mayor.
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