-Claramente
no. El proyecto europeo se ha transformado en una camisa de fuerza para
las poblaciones. No hay más un margen de maniobra que permita a un
gobierno elegido democráticamente poner en práctica políticas al
servicio del interés
general y que al mismo tiempo respeten las normas europeas.
Efectivamente, los diferentes tratados y la arquitectura institucional
en la que se enmarcan —el Parlamento Europeo, la Comisión Europea, los
gobiernos nacionales y el Banco Central
Europeo— articulan un marco tremendamente jerarquizado y coercitivo que
deja cada vez menos lugar al ejercicio de la autonomía, en otras
palabras a la democracia y a la voz de la ciudadanía. Y hemos tenido un
buen ejemplo con Grecia. En enero de 2015, el pueblo griego había
llevado al poder a un gobierno con un programa de ruptura con las
políticas de austeridad que habían sido un rotundo fracaso. Ese mismo
pueblo se reafirmó en su rechazo a las políticas de austeridad en el
referéndum del 5 de julio de 2015. Semejante desafío no hizo más que
exacerbar la obstinación de las diferentes instituciones europeas en
evitar que la voluntad popular se concretara. E incluso, eso se dijo
claramente. En sus declaraciones, Jean-Claude Juncker expresó que el
referéndum no era pertinente. Según los dirigentes europeos, la vía de
las políticas europeas ya está trazada por la Comisión y el eurogrupo, y
no existe ninguna posibilidad de salirse o desviarse de la misma.
-¿Por qué pasa eso? ¿Realmente estamos dentro de un círculo vicioso?
-¿Por qué pasa eso? ¿Realmente estamos dentro de un círculo vicioso?
-La
propia construcción de Europa, es decir la adhesión a los tratados y la
propia concepción del funcionamiento de las instituciones, lleva a
restringir al mínimo el funcionamiento democrático. Por otro lado, las
grandes empresas privadas ejercen un lobby
extremadamente poderoso sobre la Comisión y el Parlamento, incitándolos
a que tomen decisiones que favorezcan los intereses particulares de
dichas empresas. A la cabeza del BCE
está Mario Draghi, quien era uno de los estrategas de Goldman Sachs
para toda Europa. Es una situación emblemática en la que las grandes
empresas privadas europeas consiguen colocar en posiciones de poder a
personas que salen de su medio, o tienen jefes de Estado y altos
funcionarios para que adopten medidas que priman sus intereses. Un
sistema semejante se acerca mucho a un sistema oligárquico, en el que
algunos pocos imponen sus decisiones y definen políticas al servicio de
una pequeña minoría.
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