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segunda-feira, 21 de dezembro de 2015

La historia no contada de Hana Shalabi

Durante su huelga de hambre, que duró exactamente 47 días, Hana Shalabi no consiguió dormir nunca más allá de unas pocas horas. En los primeros días solo consiguió echar una cabezadita, de la que despertaba sobresaltada ante el repentino temor de que alguien trataba de lastimarla.
Tras la primera semana de huelga, como no tomaba más que unos cuantos sorbos de agua el día, su cuerpo dejó sencillamente de funcionar de forma normal. En lugar de dormir, cayó en un estado de delirio desbordado por febriles alucinaciones donde los recuerdos y los persistentes temores ante el futuro se fundían en una sonata de terrores nocturnos.
Entrevisté a Hana recientemente, tuvimos una serie de conversaciones que se prolongaron durante horas intentando entender qué era lo que la empujó a arriesgar su vida para conseguir la libertad condicional en Gaza, y para presentar su historia como un expositor del fenómeno de las huelgas de hambre como forma de lucha política en las prisiones israelíes. En estos momentos hay más de 7.000 presos palestinos en esas cárceles y 500 de ellos no han pasado por juicio alguno.
Hana nació el 7 de febrero de 1982, el mismo año en que las facciones palestinas fueron expulsadas del Líbano y los refugiados de los campos de Sabra y Shatila masacrados en masa. Cuando su padre, Yahya, y su madre, Badia, acabaron de tener niños, el resultado final fue de diez hijos, seis de ellos niñas; Hana estaba en algún lugar del medio, tras Nayah, Salam y Huda, y antes de Wafa y Zahira. Samir era el más joven de los chicos y era solo dos años mayor que Hana.

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