Parece que no importara que la política del FMI que se disemina por
el mundo provoque caos social como en Grecia o en cualquier otro país,
puesto que el objetivo es siempre el mismo: reforzar el capital privado a
expensas de los bienes y servicios sociales. Y el FMI, cuya sede está
en Washington, sigue en Ucrania a pesar de ser una institución tan
despreciada por su fuerte implicación en la ola de las desastrosas privatizaciones en Europa del Este,
durante la transición postcomunista a comienzos de los 90. Desde el
inicio de la crisis, en noviembre de 2008, Ucrania figura entre los
primeros países europeos que cayó en la ratonera del FMI, después de
Islandia, Georgia y Hungría.
Debido a un poderoso movimiento
insurreccional que llevó a la destitución del presidente ucraniano
Víktor Yanukóvich, el nuevo Gobierno transitorio, establecido el 27 de
febrero de 2014, ofreció al FMI la oportunidad de administrar una severa cura de austeridad al pueblo ucraniano.
Sin siquiera esperar a las elecciones, se desarrollaron unas opacas
negociaciones con ese Gobierno no elegido, que desembocaron en la
adopción de políticas ultraliberales a cambio de un préstamo del FMI.
Para
el actual primer ministro Arseni Iatseniuk, no existiría ninguna
alternativa a las órdenes del FMI. Ya en octubre de 2008, cuando era
presidente del Parlamento, Iatseniuk declaraba respecto al programa del
FMI: “No tenemos otra elección. No es una cuestión política, es una cuestión vital para la actividad del país”. Cinco
años y medio más tarde, en marzo de 2014, Arseni Iatseniuk, convertido
en primer ministro del Gobierno transitorio, afirmó con respecto a un
inminente programa de austeridad del FMI: “El Gobierno aceptará todas
las condiciones fijadas por el FMI, porque no tenemos otra elección”.
Con
el nuevo Gobierno del oligarca y multimillonario Petro Poroshenko,
investido presidente de Ucrania en junio de 2014 con la promesa de poner
fin a la guerra en tres meses, pocos cambios se pueden esperar, ya que
mantiene a Arseni Iatseniuk en las funciones de primer ministro. Ucrania continúa su ruta dentro del monorraíl liberal de las políticas de austeridad dictadas por el FMI.
A los ojos del poder establecido y cualquiera que sea el precio a
pagar, no hay ninguna otra opción válida. Reinando, por lo tanto, el
famoso dogma de Margaret Thatcher, “There is no alternative”.
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