Cuando Egipto decidió abrir
el cruce fronterizo de Rafah que lo separa de Gaza durante dos días, el
3 y 4 de diciembre, en la depauperada Franja casi podía palparse un
sentimiento de moderado alivio. Es cierto que 48 horas era un plazo
apenas suficiente para que decenas de miles de enfermos, estudiantes y
otros viajeros salieran o regresaran a Gaza, pero la idea de que iba a
haber un respiro ayudó a romper, aunque fuera levemente, la sensación de
cautividad colectiva experimentada por los atrapados palestinos.
Desde
luego que la crisis por el cierre de Rafah no va a resolverse apenas
con una única decisión transitoria, sobre todo porque Gaza está
bloqueada por razones políticas y sólo una estrategia política sensata
puede poner fin al sufrimiento en la Franja o, al menos, disminuir sus
horrendos impactos.
Los palestinos hablan con rabia del asedio israelí contra Gaza, una realidad que la hasbará
oficial israelí y las distorsiones de los medios no pueden
contrarrestar. De hecho, no sólo es mucho peor que un bloqueo como
conjunto de restricciones económicas, se trata de un proceso violento y
constante que intenta por todos los medios maltratar y castigar a una
comunidad de 1,9 millones de seres humanos. Sin embargo, el cierre por
parte de Egipto del cruce fronterizo de Rafah, que tanto ha contribuido
al “éxito” del asedio israelí, apenas se discute dentro de ese mismo
contexto como lo que es ante todo: una decisión política.
En un acuerdo sobre la frontera,
que al parecer se firmó a mediados de noviembre entre el presidente de
la Autoridad Palestina, Mahmud Abbas, y el presidente de Egipto, Abdul
Fatah al-Sisi, ambas partes se mostraban bien dispuestas e
imperturbables respecto a la tragedia que no deja de crecer al norte de
la frontera egipcia.
Las “actividades” que se llevaban a cabo cerca de Rafah perseguían “asegurar la frontera”, dijo Sisi a Abbas, según un comunicado de prensa
emitido por la oficina del presidente egipcio. Tales actividades “no
van a significar nunca un perjuicio para los hermanos palestinos de la
Franja de Gaza”.
El término “actividades” se refiere aquí a la
demolición de los miles de viviendas existentes en las proximidades de
los doce kilómetros de frontera entre la población de Rafah en Gaza y la
Rafah egipcia, además de la destrucción e inundación de cientos de
túneles que han servido de salvavidas esencial para el sustento de Gaza a
lo largo del asedio israelí durante la mayor parte de la última década.
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